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Mente errante

¿Alguna vez has experimentado el divagar de la mente?

¿Demasiados pensamientos?

¿Alguna vez has sentido como un ratón corriendo en círculos dentro de tu propia cabeza? ¿O como un mono saltando de rama en rama sin descanso? ¿O como un comentarista deportivo, narrando todo lo que sucede durante el juego, en lugar de ser un participante activo en él?

Si respondiste sí a alguna de las situaciones mencionadas anteriormente, no estás solo.

Esa es la naturaleza de la mente.

Ir de un pensamiento a otro, de un recuerdo a otro, de una imagen a otra, de un sueño a otro, y así sucesivamente.

La naturaleza de la mente es divagar.

Desafortunadamente, en medio de una sociedad que tiene un componente tecnológico tan fuerte, en medio de una pandemia, donde la mayoría de nuestras interacciones son en línea, al ser constantemente bombardeados por varios estímulos a lo largo del día, ya sea proveniente de tu teléfono, TV, computadora y otras fuentes, ahora se vuelve más evidente cómo nuestra mente divaga y qué difícil puede ser enfocarse.

Entonces, ¿cómo podemos relacionarnos con el constante parloteo interior, cómo podemos estar en paz, sin perdernos ni abrumarnos por el flujo constante de pensamientos?

Podemos empezar aprendiendo a observarlos. A convertirnos en un observador activo que explora, sin crítica ni juicio.

Imagina que estás viendo una película. Las imágenes se proyectan en la pantalla, y tú puedes, si te lo propones, simplemente observar sin pensar que eres parte de la trama. Solo puedes mirar las imágenes que van y vienen.

Así que podemos practicar sentándonos en un lugar tranquilo, cerrando los ojos y visualizando dos escenarios diferentes:

1. Imagina un cielo despejado. Este sería tu mente y los pensamientos, aparecerían, vendrían y se irían, como nubes. Simplemente estás ahí, en un día normal, observando el cielo mientras las nubes pasan. Este no es un momento para analizar, juzgar o identificarte con los pensamientos. Es solo un momento para la observación abierta y la curiosidad.
2. También puedes imaginar un arroyo claro. Ahora los pensamientos aparecerán, se quedarán y se irán por el arroyo como hojas. Puedes observar cómo flotan lejos. Sin tratar de aferrarte a ellos o rechazarlos: solo observar, solo notar. Si un pensamiento parece pegarse y permanecer demasiado tiempo, simplemente respira y déjalo ir, a su propio ritmo.

Puedes practicar de esta manera durante unos minutos o durante un período de tiempo más largo, para centrarte y volver al momento presente.

Los pensamientos no son permanentes. Vienen y van, en movimiento constante, en flujo constante, al igual que la vida misma.

Déjame saber cómo te va con esta práctica.